Lydia Cacho: Impugnar o someterse
 
Si la candidata en 
segundo lugar, bajo estas circunstancias, hubiera sido Josefina Vázquez 
Mota, puedo asegurar que su postura y la de su partido sería idéntica a 
la que en este momento asume el Movimiento Progresista. No olvidemos que
 el PAN fue quien evidenció la existencia de las tarjetas Monex con las 
que el PRI pagó a los votantes. También panistas revelaron haber notado 
la existencia de niños espías (lo que documentó Alianza Cívica como 
“halconcitos”) que entraban con las y los votantes para testificar que 
efectivamente marcaran su voto por el PRI, sólo así se les entregaban 
las tarjetas de dinero, así como los vales de despensa y gasolina. Son 
panistas también quienes persisten en su indignación por la manera en 
que las burocracias priístas amenazaron a las y los empleados para que 
votasen por quien “les da trabajo y comida”.
Y si hubiese sido Josefina la que encabezara esta impugnación contra la 
corrupción electoral, yo, igual que ahora lo hacen millones de personas 
incluidas las y los #YoSoy132, nos sumaríamos a esa causa, porque no es 
la causa de una sola persona que asumió la candidatura para presidir al 
país durante seis años, es la causa de la democracia que precisa de 
legitimidad de los procesos que nos llevan a creer en las instituciones.
 Es la causa de la ética pública que debe nutrir a la democracia. 
Lástima que la enemistad cupular del PAN con AMLO sea de tal calibre que
 notables panistas indignados también prefieran guardar silencio por 
miedo a beneficiar al PRD.
La maquinaria tiene un poder aplastante. De tal calibre que millones de 
personas temerosas de la persecución del PRI engañaron a las casas 
encuestadoras que, afuera de las casillas, preguntaban a votantes por 
quién se habían decantado. “Yo no confío en esos señores, ¿cómo voy a 
saber que no les pagó el PRI también?”, dijo un burócrata chetumaleño 
que, al igual que otras quince personas, aceptó haber mentido en las 
encuestas de salida.
Me parece que la rebelión es necesaria porque no se lleva a cabo para 
arrebatar nada, sino para evidenciar que los pactos de corrupción se han
 modernizado y que el IFE precisa de nuevos mecanismos para que, en el 
futuro próximo, ni los partidos ni los gobernantes en el poder puedan 
utilizar triquiñuelas para cometer fraudes estructurales. Aunque en este
 momento es AMLO quien señala la corrupción electoral y es un actor 
político muy controversial, no podemos concentrarnos en su figura y en 
lo que él dice, porque jugaríamos el juego al que intentan llevarnos los
 cancerberos del poder corrupto. Enfrentamos un problema nacional, no de
 meros individuos.
Está claro que hay personas informadas, serias y respetables que votaron
 conscientemente por el PRI, porque lo consideran una alternativa real 
para ellos, ellas y sus intereses ciudadanos. Esa libertad de elección 
no se cuestiona ni se está llevando al debate. A esas personas también 
les afectan la corrupción y los actos fraudulentos, aunque enmudezcan 
para no afectar a su candidato.
Sabemos que las y los políticos de todo el mundo utilizan ardides 
publicitarios para acceder al poder. Sabemos que la mayoría comprende 
que lo que le están vendiendo es un producto comercializado y no una 
convicción que se asumirá con responsabilidad de largo plazo. La cultura
 política es así y hay una importante exigencia social, para que ésta se
 transforme en algo más real y honesto, con mecanismos de rendición de 
cuentas y transparencia.
Sin la rebelión encabezada en 1988 por Manuel Clouthier y Cuahutemoc 
Cárdenas, ante el evidente fraude orquestado por Manuel Bartlett y 
Salinas de Gortari, no se hubieran dado la reforma constitucional y la 
creación del COFIPE; no habríamos tenido un IFE presidido por el 
respetable José Woldenberg. Por eso Leonardo Valdés Zurita se equivoca 
al tomar la crítica y la indignación social como asunto personal. Tiene 
que entender que él es sólo uno de los pequeños miles de actores en este
 complejo escenario, y que su trabajo consiste en ser instrumento de la 
creación de nuevas herramientas para abatir las renovadas tácticas de 
mapachismo implementadas por los gobernadores, alcaldes y “especialistas
 electorales” contratados por el PRI, quienes aseguraron millones de 
votos corrompidos por el miedo, la coacción y la compra.
Lo que se discute y rebate en todo el país abierta y civilizadamente, 
con pasión y convicción, como lo hacen las y los jóvenes de #YoSoy132, 
es la tendencia clara de las instituciones del Estado para normalizar 
una y otra vez lo que a todas luces es inaceptable. Woldenberg en su 
momento entendió que como presidente del IFE trabajaba para el futuro de
 México y no para el sistema político ni para su ego; lástima que Valdéz
 Zurita no pueda razonarlo y esté cabildeando en medios para atizar la 
rebelión anticorrupción que tanto bien le hace al país, rebelión que 
pretende oxigenar la democracia electoral e impulsar nuevas formas de 
abatir su regreso al pasado.
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